
O sea que sí, que ha llegado la nueva era, que las guerras desaparecerán de la faz de la tierra y con la sola diplomacia cesarán los combates tribales, verán la luz los torvos dictadores y correrán a democratizar sus países, Hamás y Hezbolá entregarán las armas, Irán celebrará actos en memoria del Holocausto, los banqueros se reducirán el sueldo y se precipitarán a transferir íntegramente el dinero de su rescate a las familias y a las empresas a punto de cerrar por asfixia financiera, los secesionistas de los viejos estados se estrecharán la mano, qué digo, se abrazarán emocionados a quienes hasta ayer tuvieron por opresores.
Como la crisis económica provocada por Bush se solucionará con prontitud, enseguida seremos todos más ricos. Y más generosos. Probablemente este nuevo ambiente social nos haga también más guapos, e incluso más altos y apuestos. Los torturadores de las infinitas cárceles del mundo comprenderán el horror que causaron y se apuntarán como voluntarios a pintar albergues siguiendo el ejemplo del deseado, del providencial, del único, del enviado.Reflexiones que se derivan en pura lógica del modo en que los buenos, representados por un joven viejo como Bruce Springsteen, una vieja joven como Aretha Franklin o un extraordinario novelista como Paul Auster, han recibido el advenimiento de Obama. Auster es el que más me inquieta. He leído toda su obra con placer, y ahora comprendo que desde la idiotez no sólo se puede ser un buen actor, un buen cantante o un buen samaritano. También se puede ser un gran escritor. Y eso sí que me rompe los esquemas.
Juan Carlos Girauta - Enero 2009
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