miércoles, 28 de mayo de 2008

ONU - Food for Dictators


ONU – Myanmar

R2P (Responsibility to Protect) es un principio establecido por la comunidad internacional, actuando a través de la ONU, que permite tomar medidas contra las naciones que “manifiesten no pueden proteger a sus poblaciones contra genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes contra la humanidad”.

Esta doctrina, adoptada durante una cumbre de la ONU en 2005, es hoy día un argumento incuestionable para denunciar abiertamente que la comunidad internacional no está utilizando todas las herramientas a su alcance para abastecer a los más de dos millones de birmanos afectados por el ciclón Nigris.

Actualmente, y a raíz del mezquino y cruel comportamiento mostrado por la Junta hacia sus habitantes, la Naciones Unidas estarían autorizadas a intervenir en Birmania, pero como ya sucedió en otras ocasiones y como si de un contrato basura de telefonía móvil se tratara, hay una llamada letra pequeña en esa R2P establecida en 2005 que requiere de la aprobación de China (China tiene derecho a veto como miembro permanente del Consejo) que como no podía ser de otro modo, ha rechazado cualquier incursión en territorio birmano.

Así pues, nos encontramos ante un órgano regulador internacional incapaz de proteger al mundo de atrocidades como las que se están perpetrando actualmente en Birmania. Otros países del mundo como Camboya, Rwanda, o el olvidado Sudan, han sido victimas de la total inoperancia de la ONU en momentos donde su presencia era crucial.

La ONU, una vez más, ha demostrado su crónica negligencia ante escenarios de esta magnitud y que tragedias como las de Birmania pasaran a la historia mas por la desasistencia del actual régimen que por el mal hacer del poder occidental.



by Borja Juez

http://www.keepontravelking.blogspot.com/

jueves, 22 de mayo de 2008

Darfur (Sudán)

¿Indiferencia estrepitosa?

El conflicto de Darfur no es nuevo. La disputa entre "africanos" y "árabes" data de antes de que Europa se abalanzara en el continente para repartirse sus territorios en forma de colonias.

Los "árabes", que en realidad eran, en gran parte, musulmanes de habla suahili provenientes del este de África, no sólo tuvieron el monopolio del tráfico de esclavos en grandes porciones del continente, sino que en su momento fueron aliados de los poderes coloniales.

(La crisis humanitaria en Darfur está matando a los más débiles.)

En su versión moderna, sin embargo, la complicidad colonial ha dado paso a la indiferencia más sonora.

Ahora la Organización de Naciones Unidas habla de 300.000 muertos, como resultado de los ataques de las milicias pro-árabes Janjaweed, que presuntamente reciben el respaldo del gobierno de Jartum.

Esta cifra supera en 50% el número de víctimas que había estimado la Organización Mundial de la Salud.

Quienes han dejado la vida en los campos de la muerte de esa región en el este de Sudán -que hace frontera con Chad y la República Centroafricana- han caído en los enfrentamientos entre Janjaweed y la resistencia "africana", o han muerto como resultado de las enfermedades y la malnutrición.

Genocidio

Y es que se estima que la versión moderna de este conflicto ha provocado además el desplazamientro de al menos dos millones de personas, gran parte de las cuales son mujeres y niños.

Pese a ello, no parece haber una respuesta coherente o medianamente efectiva.
(Las milicias "árabes" han sido acusadas de violar a mujeres que huyen de la violencia.)
Dimes y diretes

Un año después de comenzar el conflicto, en 2004, el entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, dijo ante el congreso de su país que lo que estaba ocurriendo en Darfur era un "genocidio".

Luego de esta declaración, Powell refirió el caso al Consejo de Seguridad de la ONU que, de aceptar la definición del Secretario de Estado estadounidense, debió aplicar la Convención para la Prevención y el Castigo al Crimen de Genocidio de 1948. Pero nada ocurrió.

Ese mismo año, el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que declaraba que Darfur era escenario de algo "equivalente al genocidio", evitando el término "genocidio" como definición.

Esta diferenciación en apariencia semántica es más seria. Al no aplicar el concepto de genocidio, ningún país signatario de la Convención tiene la obligación de aplicarla.

Inacción

A nivel de países individuales, la retórica de la denuncia no se traducía en acciones concretas.
A la propuesta del jefe de las fuerzas armadas británicas de enviar un contingente para evitar las matanzas, se oponía el hoy ex-primer ministro, Tony Blair, quien sin embargo denunciaba de palabra lo que ocurría en Darfur.

Lo mismo sucede con el actual gobierno británico, cuyas obligaciones bélicas en Irak y Afganistán harían logísticamente difícil una intervención en Darfur.

Los demás países europeos adoptaron una actitud similar.

La tarea de evitar que sigan las masacres ha sido entregada a las manos temblorosas de la Unión Africana (UA) y un pequeño contingente de la ONU.

Pero esta alianza de países tiene más buena voluntad que recursos, para actuar en una región de casi medio millón de kilómetros cuadrados.

Las tropas de la UA han sido incapaces de evitar las incursiones de las milicias, que merodean en las afueras de los frágiles campos de refugiados.

Lo que se ha querido hacer, en cambio, es ejercer presión diplomática en el gobierno de Jartum, que se niega a escuchar a Occidente.

China

Y es aquí donde China se ha convertido en una especie de reticente Caballo de Troya diplomático.

El gigante asiático le compra a Sudán 500.000 barriles de petróleo diarios.

En 2007, China importó US$2.000 millones en bienes y servicios y se sabe que este país es el principal proveedor de armas de Sudán.

Desde un primer momento, el gobierno de Pekín se ha asegurado que, en sus tratos con los gobiernos de la región, la "interferencia" política no sería una obstáculo para hacer negocios.

Pero ahora Occidente está presionando a Pekín para que influya en Sudán.

China, que en un momento dado ignoró ese pedido, ha decidido ahora negociar con Jartum.

Y no fue la coacción de la comunidad internacional, sino hechos como la renuncia del director de cine estadounidense, Steven Spielberg, a la jefatura artística de los Juegos Olímpicos de Pekín, lo que rompió la resistencia china.

Actualmente la ayuda humanitaria que llega, aunque a cuentagotas, ha salvado vidas.

Pero la huída de miles de personas a las vecinas Chad y la República Centroafricana, dos países que no se distinguen por su estabilidad interna, le añaden un elemento más a la tragedia de una región que en el siglo XVII fue un reino orgulloso que se extendió hasta la orilla izquierda del Nilo.

Mientras tanto, los muertos siguen engordando a las estadísticas, ante el silencio ensordecedor de los demás.

Javier Farje
BBC Mundo

viernes, 16 de mayo de 2008

jueves, 15 de mayo de 2008

Freakonomics

How Pure Is Your Altruism?

By Stephen J. Dubner

We’ve had a lot of conversations on this blog about charitable contributions. For instance: where people like to give, and why; how a young philanthropist should disburse $70 million; whether to give to a street beggar, a hot dog vendor, or neither. So let’s start one more conversation on the subject.
There have been a pair of huge natural disasters in the past two weeks: a cyclone in Myanmar and and an earthquake in China, each of which have killed tens of thousands of people.
Have you written a check yet to donate to either cause? I seriously doubt it.
Why do I say that? Before looking at these recent tragedies, first consider the following three natural disasters from a few years ago, listed along with number of fatalities and amount of U.S. individual charitable donations (according to Giving U.S.A.):
1. Asian Tsunami (Dec. 2004)
220,000 deaths
$1.92 billion
2. Hurricane Katrina (Aug. 2005)
1,577 deaths
$5.3 billion
3. Pakistan Earthquake (Oct. 2005)
73,000 deaths
$0.15 billion ($150 million)
Americans gave nearly three times as much money after Hurricane Katrina as they did after the Asian tsunami, even though the tsunami killed many, many more people. But this makes sense, right? Katrina was an American disaster.
Then along comes a terrible earthquake in Pakistan, killing 73,000 people, and U.S. contributions are only $150 million, making the $1.92 billion given after the tsunami look very, very generous. That’s only about $2,054 per fatality in Pakistan, versus an approximate $8,727 per fatality for the tsunami. Two far-away disasters both with huge loss of life — but with a huge disparity in U.S. giving. Why?
There are probably a lot of explanations, among them:
1. Disaster fatigue caused by Katrina and the tsunami; and
2. Lack of media coverage.
Do you remember coverage of the Asian tsunami? I am guessing you do, especially because in addition to hitting poor areas, it also struck high-profile resorts like Phuket. Do you remember coverage of Hurricane Katrina? Of course. But what about the Pakistan earthquake? Personally, I remember reading a couple of brief newspaper items but I didn’t happen to see any coverage on TV.
Consider the recent paper “Media Coverage and Charitable Giving After the 2004 Tsunami,” by Philip H. Brown and Jessica H. Minty. Here’s their rather startling — if sensible — conclusion:
Using Internet donations after the 2004 tsunami as a case study, we show that media coverage of disasters has a dramatic impact on donations to relief agencies, with an additional minute of nightly news coverage increasing donations by 0.036 standard deviations from the mean, or 13.2 percent of the average daily donation for the typical relief agency. Similarly, an additional 700-word story in The New York Times or Wall Street Journal raises donations by 18.2 percent of the daily average. These results are robust to controls for the timing of news coverage and tax considerations.
And what causes one disaster to get a lot of coverage while another doesn’t? Again, there are probably a lot of factors, foremost among them the nature of the disaster (i.e., how dramatic/telegenic is it?) and location. Getting back to the recent disasters in Myanmar and China, I’d say there are a few other things worth considering:
1. We are in a season of heavy political coverage in the U.S., which is hard to dislodge from the airwaves.
2. Covering far-away disasters is time-consuming and expensive, which becomes doubly prohibitive when media outlets are in cost-cutting mode.
3. Neither Myanmar nor China (nor Pakistan) have what one would consider a very high Q Score among Americans. I am guessing that most Americans couldn’t find Myanmar on a map, and if they have any impressions about the country at all, they are not good impressions (think “military junta”).
Indeed, donations to Myanmar so far are very low. Considering how unevenly disaster aid is often distributed, maybe this isn’t so terrible. But still: if you are the kind of person who donates money to people in need, isn’t the family of a cyclone victim in Myanmar as worthy of your charity as anyone else? The political or narrative forces of a disaster shouldn’t change our response to the need, should they?
We might like to think that we donate almost blindly, depending on need rather than our own response to the particulars of a disaster. But the growing economics literature on charitable donations shows that isn’t the case.
In a narrow but very compelling piece of research, John List argued that if you are trying to solicit donations door-to-door, the single best thing you can do to get large donations is to be an attractive blond woman.
I thought of this research when the N.F.L. was raising money in a weekend telethon after Hurricane Katrina. Between games and during halftimes, the league had star players manning the phones; in the end, the money the league raised was relatively very, very low. They probably would have done a lot better if they had used cheerleaders to solicit donations instead of the players.
So given the particulars of the disasters in Myanmar and China, as tragic as they are, I feel pretty confident in predicting that U.S. charitable contributions in each case won’t be very large. (One surprising upside may, however, emerge for China: activists from the U.S. and elsewhere who’ve been urging an Olympic boycott may find it harder to stir up anger against a country that will still be in mass mourning.)
It may be that the only kind of altruism that truly exists is what economists like to call “impure altruism.” (This is a subject we’ll be writing about at some length in SuperFreakonomics.) Does this mean that human beings are shallow and selfish — that they only give to a cause when it is attractive to them on some level? Will the future produce some sort of “disaster marketing” movement in which aid agencies learn to appeal to potential contributors?
[Note: I’ll be speaking more about this subject tomorrow (Wed., May 14), at about 6:15 a.m. EDT on the new public-radio show The Takeaway.]

miércoles, 14 de mayo de 2008

Myanmar - Cyclone Nigris

Myanmar

La miseria humana y moral de la dictadura de Birmania hiela el alma a cualquiera. Un cataclismo de esta magnitud, con miles de muertos, cadáveres putrefactos bajo el fango, casas y templos destruidos, tierras inundadas, millones de personas confusas y desorientadas, son el sello del insoportable sufrimiento al que esta expuesto el pueblo Birmano.

Si, además, añadimos que las ayudas del exterior llegan con cuentagotas debido al creciente temor de los dictadores a una nueva contaminación ideológica y los pocos escrúpulos mostrados por la Junta Militar de Birmania al mantener el referéndum, lo convierten en un escenario indecente e insoportable.

Estamos ante una catástrofe sin precedentes donde miles de familias han perdido lo poco que tenían y aun así, las ayudas internacionales de agencias de la ONU siguen sin poder acceder al país. Kilos y más kilos de ayuda humanitaria esperan en la frontera con Tailandia para poder ser suministrados al pueblo birmano.

Actualmente, en Birmania, hay más de 41.000 desaparecidos y según fuentes internacionales y ONGs, la cantidad de desplazados podría multiplicarse hasta el millón y medio. Estos desplazados deambulan por el sur del país sin hogar y en precarias condiciones corriendo el riesgo de sumarse a las más de cien mil victimas estimadas hasta el momento.

Realmente es difícil de describir la perversidad del régimen que en plena tragedia nacional, donde mas del 30% del país a quedado afectado, con cientos de miles de compatriotas sin casas, ni comida, no tiene reparos en celebrar un referéndum para, solo así, poder cosechar una infame mayoría absoluta.

by Borja Juez