miércoles, 28 de enero de 2009

Esto apesta

Un viejo apparatchik recibe en su despacho de la sede nacional del PP a una autoridad institucional, el vicepresidente de una Comunidad Autónoma. Le comunica que ha trabajado en el Ministerio del Interior, que tiene numerosos contactos en la Policía y la Guardia Civil e incluso exhibe una placa del Cuerpo Nacional de Policía. También lanza graves acusaciones contra su interlocutor, sin eludir el terreno personal, valiéndose de un dudoso dossier.
En esta insólita escena cabe la confusión entre jerarquías de partido e institucionales, cabe el manejo de informaciones de sospechosa procedencia (de hecho, ya se han abierto diligencias judiciales al respecto), cabe la coacción, caben la violación de la intimidad y la usurpación de funciones públicas. Pero es una escena anterior la que encierra todo el sentido de esta vergüenza: una llamada telefónica de Rajoy a Aguirre justo después de las elecciones de marzo de 2008, cuando la continuidad del fracasado candidato a la presidencia del Gobierno es cuestionada por medios hasta entonces afines y suena el nombre de Esperanza Aguirre como posible candidata en el próximo congreso del partido: "Tengo datos sospechosos de tu número dos".
Tengo, tengo, tengo... ¡Tú no tienes nada! Si en la escena precedente al tercer grado de Génova 13 está la clave de la vergüenza, en la subsiguiente está el insufrible sonrojo de ver al apparatchik en pleno ataque de pánico. Valiéndose, efectivamente, del típico recurso de un mal policía que huele el peligro, es él quien denuncia seguimientos. Lo hace ante otros apparatchik y ante El País.Me quedo muy tranquilo cuando Casimiro García-Abadillo, tras arrojar tanta luz, precisa: "Mariano Rajoy, según ha podido saber El Mundo, no utilizó en ningún momento esa información en su beneficio". Yo había pensado que levantar el teléfono y dirigirse a su posible sucesora para advertirle de que una basura rebosaba los cajones de su Anacleto honorífico era en sí mismo, objetivamente, sin necesidad de juicios de intenciones, un uso de la basura en su beneficio.
Juan Carlos Girauta - Enero 2009

miércoles, 21 de enero de 2009

Advino Obama

Ya está. Llegó el elegido a la Casa Blanca. Ahora espero impaciente a presenciar lo anunciado por las buenas, por las mejores gentes. ¿O no lo son? Los más sensibles, los que trabajan con las ideas y la imaginación, los artistas, profesores, novelistas e intelectuales, los abnegados creadores de oenegés, los cantantes comprometidos. Y la mayor parte de la prensa americana. Y toda la europea. Con un ochenta por ciento de popularidad en su país, y supongo que un noventa y nueve por ciento en la Unión Europea, llega el ungido a corregir los dos mandatos enteros de Bush, que no contienen, al parecer, más que errores. No hay día que no oiga de ese ser nefasto: "El peor presidente de la historia de los Estados Unidos...". Tanta gente no se puede equivocar.
O sea que sí, que ha llegado la nueva era, que las guerras desaparecerán de la faz de la tierra y con la sola diplomacia cesarán los combates tribales, verán la luz los torvos dictadores y correrán a democratizar sus países, Hamás y Hezbolá entregarán las armas, Irán celebrará actos en memoria del Holocausto, los banqueros se reducirán el sueldo y se precipitarán a transferir íntegramente el dinero de su rescate a las familias y a las empresas a punto de cerrar por asfixia financiera, los secesionistas de los viejos estados se estrecharán la mano, qué digo, se abrazarán emocionados a quienes hasta ayer tuvieron por opresores.
Como la crisis económica provocada por Bush se solucionará con prontitud, enseguida seremos todos más ricos. Y más generosos. Probablemente este nuevo ambiente social nos haga también más guapos, e incluso más altos y apuestos. Los torturadores de las infinitas cárceles del mundo comprenderán el horror que causaron y se apuntarán como voluntarios a pintar albergues siguiendo el ejemplo del deseado, del providencial, del único, del enviado.Reflexiones que se derivan en pura lógica del modo en que los buenos, representados por un joven viejo como Bruce Springsteen, una vieja joven como Aretha Franklin o un extraordinario novelista como Paul Auster, han recibido el advenimiento de Obama. Auster es el que más me inquieta. He leído toda su obra con placer, y ahora comprendo que desde la idiotez no sólo se puede ser un buen actor, un buen cantante o un buen samaritano. También se puede ser un gran escritor. Y eso sí que me rompe los esquemas.

Juan Carlos Girauta - Enero 2009

miércoles, 14 de enero de 2009

La banalidad del lenguaje

Las imágenes de la guerra que se libra en la franja de Gaza repugnan la sensibilidad de millones de personas. Los que pensamos que esta ofensiva militar fomentará más el odio y no resolverá el endémico conflicto entre israelíes y palestinos, nos movemos en el dilema de respeto y admiración al pueblo judío y el sufrimiento absurdo de tantos palestinos que viven en condiciones infrahumanas y son víctimas de una guerra cuyo balance de muertos es desproporcionado.

Por muy justificadas que sean las razones de Israel y Hamas para entregarse a esta barbarie debe existir una fórmula para detener la violencia.

Israel ha privado de un territorio propio a los palestinos que quedaron dentro de las tierras conquistadas en su fulgurante guerra de junio de 1967. Mientras no se resuelva este contencioso satisfactoriamente por las dos partes no habrá paz, ni con el poderío militar de Israel ni con las acciones terroristas de Hamas en cuyos estatutos se escribe que "el profeta, que Alá le bendiga y le dé la salvación, ha dicho: el día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes combatan contra los judíos (matando a los judíos). Cuando el judío se esconda detrás de piedras y árboles, las piedras y los árboles dirán: Oh musulmanes, oh Abdulla, hay un judío detrás de mí, ven a matarlo."

Produce escalofrío y se entiende el radical enfrentamiento entre dos pueblos que tienen insuperables dificultades para convivir. Ya sé que es imposible tener una posición equidistante sin que seas acusado por unos o por otros. La misma ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, ha dicho que se está con Israel o contra Israel.

Depende en qué y cuándo.

Lo que me inquieta de este conflicto es la banalidad del lenguaje. Cambiar el sentido de las palabras, dijo primero Montaigne y luego Lewis Carroll, es el primer paso para deformar la realidad.

Hablar de genocidio en Gaza es adulterar su significado si se compara con el exterminio de seis millones de judíos de varias nacionalidades europeas que sufrieron torturas, asesinatos y viajes macabros a las cámaras de gas.

Es un genocidio lo que ocurrió en los campos de la muerte de Camboya, la hambruna provocada por Stalin en Ucrania, la matanza de armenios por parte de los turcos en 1915, la eliminación de una etnia en Ruanda en los años noventa. Encuentro desproporcionadas las pancartas que hablan de genocidio en Gaza. Es otra cosa.

Lluís Foix - Enero 2009