La condena de Bernard Madoff deja, en cualquier caso, muchas preguntas en el aire. ¿Es Madoff el único culpable de la estafa piramidal organizada en su negocio familiar? Después de la que ha caído y sigue cayendo, ¿de verdad que Madoff es el único gestor que merece estar en la cárcel? ¿Las responsabilidades penales por todo lo que ha sucedido en la crisis financiera comienzan y acaban en Madoff? ¿No hay más culpables? ¿Nadie más asumirá responsabilidades? ¿Aquí acabará todo?
martes, 30 de junio de 2009
¿El único culpable?
La condena de Bernard Madoff deja, en cualquier caso, muchas preguntas en el aire. ¿Es Madoff el único culpable de la estafa piramidal organizada en su negocio familiar? Después de la que ha caído y sigue cayendo, ¿de verdad que Madoff es el único gestor que merece estar en la cárcel? ¿Las responsabilidades penales por todo lo que ha sucedido en la crisis financiera comienzan y acaban en Madoff? ¿No hay más culpables? ¿Nadie más asumirá responsabilidades? ¿Aquí acabará todo?
martes, 23 de junio de 2009
Guinea: Anatomía de un golpe de estado (II)
domingo, 14 de junio de 2009
Guinea: Anatomía de un golpe de estado (I)
viernes, 22 de mayo de 2009
Querido mosso
Yati encima ni te habrán felicitado. Con lo bien que lo hiciste.
jueves, 16 de abril de 2009
"La razón nos guía, pero nuestras emociones deciden"
A veces, de lejos se ve más cerca, por eso el australiano Tim Pethick acierta cuando explica por qué el galopante paro español no se nota en nuestras calles: la familia y los amigos son una valiosa red que suple a nuestro no tan efectivo Estado de bienestar. También tiene puntería al sentenciar el fin del "marketing del capricho" y su sustitución por el "marketing de la necesidad". Los derroches que hace un par de años generaban secretas envidias hoy son aparatosas antiguallas de una década de excesos: basta con echar un vistazo a los automóviles más vendidos o - mejor-a los que menos han dejado de venderse y a cómo resulta de buen tono mirar los presupuestos. Menos, ahora, luce mucho más.
Tengo 46 años: la edad del realismo. Nací en Nueva Zelanda, pero vivo en Sydney. Tengo tres hijas: para poder verlas, dejé una multinacional y creé mi empresa. No deje a sus jefes decidir si tiene éxito como persona. Participo en ´Rethink the basis of communication´, en la UIC
e voy a confesar que, cuando volaba hacia Barcelona, he mirado las cifras económicas de España: tienen ustedes un paro astronómico.
Ya...
Y viendo todo el cuadro macroeconómico, la verdad, me he inquietado: he pensado que vería tensión social en las calles.
Las estadísticas no lo dicen todo.
Eso es lo que quería decir. Las estadísticas españolas eran inquietantes y, sin embargo, me he dado un paseo por las calles de Barcelona y he visto una ciudad tranquila, agradable, trabajadora y próspera...
Por lo menos, de momento.
... Tal vez lo fuera más hace un par de años, pero ahora no me ha dado la sensación de que se vaya a hundir, porque la gente que vive aquí no tiene ni me ha transmitido ese sentimiento. En cambio, en EE. UU. y también en el Reino Unido he notado más esa angustia de que que el cielo está cayéndose sobre sus cabezas.
Y...
Pues que cualquiera tomaría una decisión de inversión mucho más racional sólo con darse un paseo por Barcelona viendo las caras de la gente que analizando complejos cuadros estadísticos y macroeconómicos, que son los que estudian financieros, gobernadores de bancos centrales y decision makers en general.
La calle enseña más que el despacho.
Las cifras no tienen sentimientos ni emociones, pero las personas - que son las que al final deciden-,sí. Por eso, si en marketing sólo atiendes a las estadísticas, te pierdes la mitad de la realidad.
¿Y adónde nos lleva eso?
Que si yo no me hubiera bajado del avión que me traía desde Australia tras ver las cifras del paro en España por miedo a un atraco, sería un idiota. Y si no hubiera decidido invertir aquí por esas cifras, también.
Suena sensato.
Si la sensación colectiva de un país es que "el cielo cae sobre nosotros", es que el cielo cae sobre nosotros, porque, al final, las cifras económicas acaban adaptándose a ese sentimiento.
¿Y no al revés?
No, porque somos los humanos quienes decidimos, y no los números. Las cifras no me han revelado que la familia, los amigos, la red social de cada persona da aquí y ahora en España más seguridad psicológica a cada individuo que en los países anglosajones. Por lo tanto, la sensación colectiva también es menos angustiosa aquí aunque las cifras del paro sean mucho peores en realidad.
¿Y qué le enseña a usted eso?
Que el marketing se equivoca en el demasiado yo.
El yo es el sujeto comprante.
Me refiero a que el marketing - y la economía entera-ha asumido que el agente económico elemental, el yo, mueve los mercados. Y no es así.
¿Ah, no?
El marketing ha creído siempre que sólo el yo toma las decisiones y que ese yo a su vez se mueve porque lo quiere todo, y si ya lo tiene todo, quiere más. La economía entera presume que, de uno en uno, todos queremos todo, queremos más y lo queremos ya.
Yo diría que esa presunción es realista. No, porque los humanos somos algo más, y la economía o el marketing que ignore ese algo más acaba asumiendo que los parados no tienen familia, ni amigos, ni emociones, y se equivocan. La mera noción de avaricia no da la medida de todo el ser humano ni de todo agente económico.
¿Y usted cómo actúa en consecuencia?
Yo no soy la madre Teresa. Mi discurso no es ético ni quiero montar una ONG. Yo quiero vender más y mejor; y lo he conseguido, de momento en mi país, apelando a esa parte comunitaria, solidaria y colectivista que también tenemos los humanos.
¿Y cómo es su marketing, entonces?
Tampoco soy geólogo. No trabajo con piedras sino con personas, y las personas nos dejamos guiar por la razón pero decidimos con el corazón, y nuestro corazón también es solidario.
Yo creía que usted vendía patatas.
Vendo de momento productos de gran consumo: patatas fritas, zumos frescos, pero me han invitado a hablar aquí porque he dado la vuelta al marketing tradicional: tengo dos marcas en el top 10 del Pacífico asiático, porque he apelado a toda la persona y no sólo a su ego.
Por ejemplo.
Si la medida de nuestro éxito en la vida es un coche de 100.000 euros, entonces, ahora que estamos en crisis... ¡tremendo! Y si todo lo que soy como persona depende de mi trabajo, que me da estatus, dinero para mis caprichos y amor propio, y me voy al paro...
... Pues fatal.
Pero ¿quién decide si usted es bueno o malo, su jefe o sus amigos? ¿Qué da la medida de su éxito, los ceros de la cifra de su salario anual o la cantidad de amigos que tiene y cuánto le quieren?
Cada uno hace caso a quien quiere.
Pero si la red social es más fuerte, entonces los prescriptores para un producto serán más próximos al destinatario. Yo conduzco un Fiat 500, un utilitario, como los personajes low cost de mis campañas, pero, como ellos, intento tener una red de amigos y familiares incondicional. Son ellos quienes dan la medida de mi éxito: no la tapicería de piel de mi coche. Eso es marketing emocional.
LLUÍS AMIGUET - ABRIL 2009
jueves, 5 de marzo de 2009
20 frases célebres para gestionar en tiempo de crisis
“El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”, Antoine de Saint Exupery
“Sólo cuando baje la marea, sabremos quién estaba nadando desnudo”, Warren Buffet
“Voy a hacer un pronóstico: Puede pasar cualquier cosa”, Roy Atkinson
“Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”, Mark Twain
“No podemos resolver problemas de la misma manera que cuando los creamos”, Albert Einstein
“Tengo seis honestos sirvientes (ellos me enseñaron todo lo que sé): Sus nombres son Qué, Por qué, Cuándo, Cómo, Dónde y Quién”, Rudyard Kipling
“La vida es lo que ocurre mientras estamos ocupados haciendo planes”, John Lennon
“¿Ha oído eso de que no se puede vivir sin amor? pues el dinero es más importante”, Doctor House
“Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo”, John Maynard Keynes
“Es un error capital teorizar antes de poseer datos. Uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar de encajar las teorías en los hechos”, Sherlock Holmes
“No necesito amigos que cambian cuando yo cambio, y asienten cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor”, Plutarco
“La Experiencia es un peine que te llega cuando te quedaste calvo”, Ringo Bonavena
“La diferencia entre trabajo y compromiso… Los huevos con bacon. La gallina colabora y el cerdo se compromete”
“A veces sucede así en la vida: cuando son los caballos los que han trabajado, es el cochero el que recibe la propina”, Daphne du Maurier
“Si quieres que algo sea hecho, nombra un responsable. Si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión”, Napoleón
“Si no hay sentido de confianza en la organización, si las personas viven preocupadas por cubrirse las espaldas… la creatividad será una de las primeras víctimas”, Napoleón
“No hay cosa que más disfrute el soldado romano que ver a su oficial de mando comer abiertamente el mismo pan que él , o tenderse sobre un sencillo lecho de paja, o erigir una empalizada. Lo que admiran de un jefe es su disposición para compartir el peligro y las dificultades, más que su habilidad para conseguir honor y riqueza, y sienten más aprecio por los oficiales que son capaces de hacer esfuerzos junto a ellos que los que les permiten pasarlo bien”, Plutarco de Cayo Mario
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles”, Bertolt Brecht
“Nada viaja más rápido que la luz, excepto las malas noticias”, Douglas Adams
“Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”, Benjamín Frankin
Manager Business Magazine Abril - 2008
Michele Boldrin
El profesor de la Washington University (Sant Louis) afirma en una entrevista con EXPANSIÓN que los Gobiernos están actuando de forma "precipitada". "Todas las recesiones no son iguales, ni tampoco se resuelven siempre con más dinero público". Sin embargo, se ha instaurado una corriente general en todos los países favorable a la ayudas y subvenciones del Estado.
¿Piensa que el mundo se enfrenta a una nueva ola de proteccionismo?
Boldrin sabe que su postura resulta más "dolorosa" y, seguramente, menos rentable en el terreno político. Pero asegura que la opción que han tomado la mayoría de los Gobiernos está "retrasando" la salida de la crisis.
Boldrin dirige en España la cátedra Repsol de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada. Su labor investigadora se centra, entre otras cosas, los cambios demográficos, en los ciclos económicos y el precio de los activos o el mercado laboral.
EXPANSIÓN - Marzo 2009
martes, 17 de febrero de 2009
Cada vez más claro
La semana pasada fue Gómez Navarro y ésta Enrique Villarreal, desde el ICO. Ambos filogubernamentales están reclamando el retorno de la banca pública a España como panacea para nuestra crisis económica. En su opinión, la actitud de los bancos nos está sumergiendo en un círculo vicioso: los bancos están viendo repuntar su morosidad, motivo por el cual cierran el grifo del crédito a la economía, pero sin crédito la economía se ralentiza todavía más, con lo que la morosidad sigue aumentando y el crédito restringiéndose.
Para estos dos economistas la solución está clara: debe ser el Estado, con su potente músculo financiero, quien dé un paso adelante en esta coyuntura crítica y vuelva a expandir el crédito hacia la economía. De esta manera, pasaremos del círculo vicioso al círculo virtuoso: más crédito significará más crecimiento económico, menor morosidad, balances bancarios más saneados y mayor crédito y crecimiento.
En economía las relaciones automáticas, desligadas de su sustrato teleológico, no suelen tener ninguna relevancia. Lo que importa no es tanto la cantidad del crédito en la economía como su calidad. Si el Estado presta masivamente dinero a las empresas para que acometan proyectos fallidos, difícilmente superaremos la crisis por mucho que se haya abierto el chorro del crédito.
Aunque las críticas que se pueden hacer a la propuesta de regresar a la banca pública son muy numerosas (y en otras ocasiones ya he apuntado algunas), uno de los fallos esenciales de sus proponentes podría parecer una mera cuestión léxica, pero que esconde un trasfondo mucho más profundo: la banca no concede crédito, sino que reconoce crédito.
¿Qué implicaciones tiene esta simple matización de verbo? Es un error considerar que la banca crea por sí misma la capacidad para financiar los proyectos productivos. La inversión procede siempre del ahorro de las familias y de las empresas: son estos agentes económicos los que generan la capacidad para conceder créditos. La misión de la banca, por el contrario, es reconocer crédito. Es decir, asignar ese ahorro de las familias y de las empresas a aquellos acreedores lo suficientemente solventes como para devolverlo con intereses.
La banca, por consiguiente, de lo que debería encargarse es de discriminar los proyectos buenos de los proyectos malos y asignar el ahorro escaso hacia los primeros. El problema económico ahora mismo no es que la banca esté restringiendo deliberadamente la oferta de crédito, sino que la demanda solvente del mismo se está desplomando. Si las empresas están quebrando y los familias quedando desempleadas, ¿en qué sentido podemos decir que serán capaces de devolver el ahorro que se les preste?
Si forzamos a que los bancos presten sin tener en cuenta la solvencia de sus deudores, volveremos a reproducir las condiciones que han generado la crisis actual, pero lo haremos en un momento donde la salud de los bancos está mucho más debilitada. ¿Acaso queremos abocarlos a una nueva quiebra para que el Gobierno pueda justificar una nueva lluvia de millones para rescatarlos?
Poco cambia la cosa si quien presta es el Estado, porque un mal proyecto es malo con independencia de la fuente de financiación. Si se crea una banca pública que compense con nuestros impuestos los impagos de los deudores insolventes, sólo estaremos echando dinero bueno sobre dinero malo, empeorando todavía más la salud de nuestra economía y la bases sobre las que edificar la recuperación.
Lo que hace falta no es más crédito, sino más ahorro y más proyectos rentables que financiar. Para lo primero, el Estado puede reducir el gasto público y los impuestos. Para lo segundo, hay que dejar que se ajusten los precios de los activos y liberalizar los mercados de factores productivos, especialmente el de trabajo, el energético y el de transportes.Pero las voces autorizadas de Gómez Navarro y Villarreal parecen indicar que el Gobierno va justo en la dirección contraria. Extender más crédito –esta vez forzoso– a proyectos que han dejado de ser rentables y dificultar tanto como pueda los ajustes del mercado. Qué reconfortante.
Juan Ramón Rallo - Febrero 2009
lunes, 2 de febrero de 2009
Confesiones de un soldado israelí
Se acerca la hora del regreso a Gaza. Apuro las últimas entrevistas en Jerusalén. En un café de Jaffa Road, me encuentro con Yehuda Shaul, fundador de la ONG Breaking the Silence.
"Todo es una locura: la ocupación, la forma inhumana en que tratamos a los palestinos", me dice. "En Israel entras al ejército con 18 años porque quieres luchar contra el enemigo de tu país, porque quieres dejar tu marca en la historia, y haces lo que te dicen, sin pensar. Y allí todo te ayuda para que no pienses. Misiones que cumplir, órdenes que seguir".
"Y no ves a los palestinos como seres humanos, los ves como animales. Entras a su casa durante la noche, los despiertas, les gritas, las mujeres allí, los hombres allí, y rompes todo. Son cosas que no harías aquí en Israel, pero las haces allí. Y, para poder hacerlo, niegas la realidad. Es la única forma. Creas entre tú y la realidad un muro de silencio".
"Te pongo otro ejemplo: si encuentras en la noche un paquete sospechoso que puede ser una bomba, llamas al primer mohamed que encuentras en la calle y le dices que lo abra. Podrías llamar a un experto que lo desactivase, tardaría diez minutos en venir, pero mejor hacer que un palestino se juegue la vida, ya que para ti es lo mismo, no lo ves como un ser humano. Yo hacía eso con mis soldados en Hebrón".
"Y también en Nablus, cuando quería entrar a una casa, si pensaba que podía haber una bomba trampa, cogía al mohamed de turno y lo obligaba a que abriera la puerta. Es parte de la rutina del ejército: usar a los palestinos como escudos humanos".
"Lo mismo cuando estás en un check point, los obligas esperar mucho más de los necesario, a veces durante horas, y coges a un palestino al azar y le das una paliza, de cada quince o veinte que pasan, para que el resto tenga miedo y esté tranquilo. Sólo así, tú que estás con cuatro soldados más los dominas a ellos que son miles".
"Y cuando entras a Gaza con el carro de combate y ves un coche nuevo, aunque tengas espacio en la carretera, pasas por encima. Y también disparas a los tanques de agua. Para meterles miedo, para que te respeten, porque esa es la lógica de lo que nos enseñan a los soldados israelíes".
"Además, eres joven y empiezas a disfrutar de ese poder, de que la gente haga todo lo que les digas. Es como un video juego. Estás en un check point en medio de la ruta, tienes a veinte coches esperando, y con sólo mover el dedo hacen lo que tú quieras. Juegas con ellos. Los haces avanzar, retroceder. Los vuelves locos. Tienes 18 años y te sientes poderoso".
"Tres meses antes de abandonar el ejército, dirigía una unidad en Hebrón, había hecho una buena carrera, así que tenía tiempo libre. Una mañana me miré ante el espejo y comprendí que todo aquello era un error y supe que no podría seguir adelante con mi vida si no hacía algo. Por eso, apenas salí, junto a los soldados de mi unidad, montamos una exposición con nuestras fotos, se llamaba Traer Hebrón a Tel Aviv".
"Cayó como una bomba en la sociedad. Vinieron parlamentarios, periodistas. Pasaron siete mil personas. Entonces creamos Breaking the silence, donde damos espacio para que los soldados cuenten los abusos que cometen sistemáticamente. Más de 350 lo han hecho. Ahora tenemos exposiciones y vídeos en Europa, en Israel".
"Alguna gente dice que son casos aislados. Las madres dicen: mi hijo, que está ahora en el ejército es bueno, no hace estas cosas, esto sólo lo hacen los soldados beduinos o los etíopes. Pero no es cierto. Todos las hacemos, porque es la lógica de la ocupación israelí: aterrorizar a los palestinos".
"Los check points no sirven para detener a los palestinos de entrar a Israel, es para que la realidad no entre a Israel. Porque esta es una sociedad de soldados, todos pasamos por el ejército tres años cuando somos jóvenes y luego un mes al año. Y todos hacemos eso. Por eso existe el muro de silencio, de negación, porque todos somos responsables y no lo queremos admitir".
"Ellos son las víctimas, nosotros los victimarios. Pero como victimarios, también pagamos un precio. Esta es una sociedad que no se anima a mirar a los ojos a la verdad, a sus propios actos. Es una sociedad, como consecuencia, moralmente enferma".
miércoles, 28 de enero de 2009
Esto apesta
En esta insólita escena cabe la confusión entre jerarquías de partido e institucionales, cabe el manejo de informaciones de sospechosa procedencia (de hecho, ya se han abierto diligencias judiciales al respecto), cabe la coacción, caben la violación de la intimidad y la usurpación de funciones públicas. Pero es una escena anterior la que encierra todo el sentido de esta vergüenza: una llamada telefónica de Rajoy a Aguirre justo después de las elecciones de marzo de 2008, cuando la continuidad del fracasado candidato a la presidencia del Gobierno es cuestionada por medios hasta entonces afines y suena el nombre de Esperanza Aguirre como posible candidata en el próximo congreso del partido: "Tengo datos sospechosos de tu número dos".
Tengo, tengo, tengo... ¡Tú no tienes nada! Si en la escena precedente al tercer grado de Génova 13 está la clave de la vergüenza, en la subsiguiente está el insufrible sonrojo de ver al apparatchik en pleno ataque de pánico. Valiéndose, efectivamente, del típico recurso de un mal policía que huele el peligro, es él quien denuncia seguimientos. Lo hace ante otros apparatchik y ante El País.Me quedo muy tranquilo cuando Casimiro García-Abadillo, tras arrojar tanta luz, precisa: "Mariano Rajoy, según ha podido saber El Mundo, no utilizó en ningún momento esa información en su beneficio". Yo había pensado que levantar el teléfono y dirigirse a su posible sucesora para advertirle de que una basura rebosaba los cajones de su Anacleto honorífico era en sí mismo, objetivamente, sin necesidad de juicios de intenciones, un uso de la basura en su beneficio.
miércoles, 21 de enero de 2009
Advino Obama
O sea que sí, que ha llegado la nueva era, que las guerras desaparecerán de la faz de la tierra y con la sola diplomacia cesarán los combates tribales, verán la luz los torvos dictadores y correrán a democratizar sus países, Hamás y Hezbolá entregarán las armas, Irán celebrará actos en memoria del Holocausto, los banqueros se reducirán el sueldo y se precipitarán a transferir íntegramente el dinero de su rescate a las familias y a las empresas a punto de cerrar por asfixia financiera, los secesionistas de los viejos estados se estrecharán la mano, qué digo, se abrazarán emocionados a quienes hasta ayer tuvieron por opresores.
Como la crisis económica provocada por Bush se solucionará con prontitud, enseguida seremos todos más ricos. Y más generosos. Probablemente este nuevo ambiente social nos haga también más guapos, e incluso más altos y apuestos. Los torturadores de las infinitas cárceles del mundo comprenderán el horror que causaron y se apuntarán como voluntarios a pintar albergues siguiendo el ejemplo del deseado, del providencial, del único, del enviado.Reflexiones que se derivan en pura lógica del modo en que los buenos, representados por un joven viejo como Bruce Springsteen, una vieja joven como Aretha Franklin o un extraordinario novelista como Paul Auster, han recibido el advenimiento de Obama. Auster es el que más me inquieta. He leído toda su obra con placer, y ahora comprendo que desde la idiotez no sólo se puede ser un buen actor, un buen cantante o un buen samaritano. También se puede ser un gran escritor. Y eso sí que me rompe los esquemas.
Juan Carlos Girauta - Enero 2009
miércoles, 14 de enero de 2009
La banalidad del lenguaje
Por muy justificadas que sean las razones de Israel y Hamas para entregarse a esta barbarie debe existir una fórmula para detener la violencia.
Israel ha privado de un territorio propio a los palestinos que quedaron dentro de las tierras conquistadas en su fulgurante guerra de junio de 1967. Mientras no se resuelva este contencioso satisfactoriamente por las dos partes no habrá paz, ni con el poderío militar de Israel ni con las acciones terroristas de Hamas en cuyos estatutos se escribe que "el profeta, que Alá le bendiga y le dé la salvación, ha dicho: el día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes combatan contra los judíos (matando a los judíos). Cuando el judío se esconda detrás de piedras y árboles, las piedras y los árboles dirán: Oh musulmanes, oh Abdulla, hay un judío detrás de mí, ven a matarlo."
Produce escalofrío y se entiende el radical enfrentamiento entre dos pueblos que tienen insuperables dificultades para convivir. Ya sé que es imposible tener una posición equidistante sin que seas acusado por unos o por otros. La misma ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, ha dicho que se está con Israel o contra Israel.
Depende en qué y cuándo.
Lo que me inquieta de este conflicto es la banalidad del lenguaje. Cambiar el sentido de las palabras, dijo primero Montaigne y luego Lewis Carroll, es el primer paso para deformar la realidad.
Hablar de genocidio en Gaza es adulterar su significado si se compara con el exterminio de seis millones de judíos de varias nacionalidades europeas que sufrieron torturas, asesinatos y viajes macabros a las cámaras de gas.
Es un genocidio lo que ocurrió en los campos de la muerte de Camboya, la hambruna provocada por Stalin en Ucrania, la matanza de armenios por parte de los turcos en 1915, la eliminación de una etnia en Ruanda en los años noventa. Encuentro desproporcionadas las pancartas que hablan de genocidio en Gaza. Es otra cosa.
Lluís Foix - Enero 2009